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El valle de Chistau

La Bal de Chistau (Valle de Chistau) se extiende por la cuenta del río Cinqueta, (afluente del río Cinca), entre altas cumbres de más de 3.000 m. Limitado por Bachimala, Punta Suelza, Cotiella y Posets (Llardana), ofrece una gran variedad de paisajes. Praderas, bosques y riscos ocupan este territorio lleno de peculiaridades. Sus pueblos han conservado en buen estado la arquitectura pirenaica de montaña que tanto les caracteriza: estrechas y empinadas calles, casas de piedra, tejados de pizarra, puertas de madera con tejadillos también de pizarra que abren a patios empedrados, torres y ventanas labradas en las casas fuertes. Sus gentes, comparten hoy día la ganadería tradicional con el turismo rural y de montaña.

Antiguamente, el pequeño pueblo de Badaín era la puerta de entrada al valle. Desde allí partía el camino que, a través de Saravillo, llevaba a Plan. Otra ruta de entrada al valle era desde Salinas por los pueblos de la Comuna (Sin, Serveto y Señes). Desde mediados del siglo pasado, el trazado de la carretera junto al río Cinqueta, descubre un valle pleno de belleza y unas gentes con personalidad propia que conservan su propia lengua, el chistabín y sus costumbres.

Arquitectura tradicional en el Valle de Chistau



La arquitectura tradicional se mezcla hoy día en los pueblos con nuevas construcciones en piedra y madera manteniendo el encanto de los pueblos de la alta montaña. La vivienda era un conjunto de edificios que se agrupaban en torno a un patio al que se accedía desde una gran puerta de madera cubierta con un tejadillo a dos vertientes de madera y pizarra. El patio distribuía la vivienda de los propietarios y las cuadras para el ganado. En los pueblos, destacaban las casas fuertes, un término que se utiliza en todo el Pirineo para definir las casas más grandes y mejor construidas pertenecientes a las familias más ricas. La mayor parte de ellas se construyeron entre los siglos XVI y XVII. Son edificios de vivienda y a la vez defensivos, algunos de ellos con una o varias torres de grandes dimensiones, amplias puertas en arcos de medio punto y ventanales decorados. Destacan casa Turmo en Plan y las torres de casa El Tardán y del Rin en Gistaín. Fuera ya de los pueblos, en la montaña, el hombre ha modelado el paisaje a través de los siglos para utilizarlo en una economía agrícola y sobre todo ganadera de subsistencia.

Entre los pueblos y el bosque de la alta montaña, el ganadero abre amplias zonas de prados para el pasto del ganado, rodeados de muros de piedra y árboles. Diseminados entre los prados distinguimos las típicas bordas de la bal de Chistau, siendo las más conocidas las de Viadós. La borda es un edificio de dos plantas que sirve para resguardar al ganado y para almacenar la hierba que se recoge en verano. Sus paredes de piedra, con pocas y pequeñas ventanas y los tejados de pizarra, hacen de ellas un elemento inconfundible del paisaje chistabino.

Cultura popular



Para comprender las peculiaridades del valle de Chistau con respecto a otros valles del Pirineo tenemos que saber que Chistau no tiene acceso por carretera hasta prácticamente mediados del siglo XX. Esto produce que las relaciones con el exterior se mantienen en base a los caminos de herradura tradicionales que les unen con los valles vecinos, fundamentalmente con los más próximos: los valles franceses del lado norte de la montaña y el valle de Benasque. Por el sur el camino tradicional de salida hacia el valle del Cinca pasaba por Saravillo y Badaín.

La apertura al mundo y por tanto a las influencias culturales externas se realiza pues mucho más tarde que en el resto de valles pirenaicos. Esto permite que Chistau conserve muchas de sus riquezas culturales propias que le diferencian de otros valles y que son en estos momentos sus señas de identidad. Y, tal vez, la representación cultural que más le identifica es el Chistabino, una de las variantes de aragonés que todavía en la generación actual los habitantes del valle hablan como lengua materna, por delante del español.